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Recientemente he terminado el libro recomendado Comerás flores de Lucía Solla Sobral y sigo con esa sensación rara en el pecho, como cuando notas que algo se ha movido por dentro pero aún no sabes muy bien cómo recolocarlo. Esta reseña de Comerás flores nace justo de ahí: de una lectura que no se cierra al pasar la última página.

Comerás flores llegó a mí a través del club de lectura. Lo propuse para la votación de noviembre porque me llamó la atención desde el primer momento: el título, la editorial y la intuición de que no iba a ser una novela cómoda. No sabía exactamente qué me iba a encontrar, pero sí tenía claro que no sería una lectura ligera. Y aun así, me ha sorprendido la forma: más bisturí que sermón, más susurro que grito.

Es una lectura elegante y, a la vez, brutal. Elegante en la forma. Brutal en lo que cuenta. Un espejo incómodo donde asoman el gaslighting (o luz de gas en castellano), el maltrato psicológico, los trastornos de la conducta alimentaria y una idea de amor romántico que, más que sostener, acaba borrando.

De qué va este libro (sin spoilers)

Libro de Comerás flores boca arriba con un gato oliéndolo

Lola supervisando el libro

La protagonista es Marina, una chica de veintitantos que acaba de perder a su padre y está en esa fase de vida en la que todo parece un borrador: el trabajo, las amistades, la propia identidad. Meses después del duelo, conoce a Jaime, un hombre veinte años mayor que ella, con dinero, prestigio social y ese encanto que, desde fuera, muchas reconoceríamos como “el novio perfecto”.

En muy poco tiempo, Marina pasa de compartir piso con su amiga a instalarse en el apartamento cómodo y sofisticado de él. Cambia los bares, los conciertos y la vida de veinteañera por cenas en restaurantes caros, planes de pareja adulta y una agenda marcada por Jaime. Él se gana también a su familia y se presenta como una especie de refugio en ese momento en que ella está rota por dentro.

Lo que empieza como un apoyo se convierte poco a poco en un espacio de control. Hay adoración y atención extrema, seguidas de silencios que funcionan como castigos. Hay comentarios sobre su cuerpo, su comida, su ropa, sus amigas. El amor, en lugar de ampliar la vida de Marina, la va estrechando.

En paralelo, el duelo por su padre y la relación con la comida se van enredando. El cuerpo de Marina se convierte en síntoma, en señal de alarma y en lugar donde se deposita todo lo que no se puede decir. La novela entra de lleno en los TCA —especialmente la bulimia y el control de la alimentación— desde la experiencia de una mujer joven, pero no adolescente, rompiendo con la idea tan extendida de que estos trastornos pertenecen solo a la juventud.

Lo que más me ha gustado

El retrato del gaslighting sin caricaturas

Una de las grandes virtudes de Comerás flores es la construcción del maltratador. Jaime no es una caricatura ni un villano evidente desde el principio. Es encantador, admirado socialmente, alguien a quien nadie señalaría como peligroso. Precisamente por eso resulta tan inquietante.

El libro muestra muy bien ese maltrato psicológico de baja intensidad que no llega de golpe, sino que se filtra poco a poco hasta que un día te das cuenta de que te han ido vaciando. También refleja con mucha precisión la mezcla de culpa, vergüenza y autoacusación que vive la víctima: esa pregunta constante de “¿cómo he podido acabar aquí si soy lista, formada, feminista?”.

La prosa: delicada y afilada a la vez

La escritura de Lucía Solla Sobral tiene algo muy difícil de conseguir: sostiene escenas durísimas sin recrearse en el morbo. No hay frases grandilocuentes ni dramatismo impostado, pero sí imágenes muy potentes y una mirada extremadamente lúcida.

He tenido la sensación de leer a una autora que escribe desde la emoción, pero con muchísimo control. La primera persona nos mete de lleno en la cabeza de Marina sin infantilizarla ni convertirla en un personaje pasivo. Es una voz que duele precisamente porque resulta creíble.

El tratamiento de los TCA en la edad adulta

Me ha parecido especialmente acertado cómo la novela señala algo muy presente en nuestra sociedad: adelgazar como refuerzo positivo, incluso cuando es una señal de alarma. Marina adelgaza y lo que recibe no son preguntas, sino halagos. Nadie se detiene a mirar qué está pasando realmente.

La bulimia, las purgas, la culpa asociada a la comida o el uso del ejercicio como castigo aparecen de forma directa, pero sin romantizar ni convertirlo en un relato de superación simplista. El cuerpo se convierte en un lugar donde se intenta controlar lo que la relación de pareja ha desbordado.

La importancia de la amistad

En medio de una relación que aísla, la amistad aparece como uno de los pocos espacios de resistencia. La presencia de la amiga de Marina es clave: representa esa voz externa que, a veces, tarda en llegar, pero que resulta fundamental para empezar a nombrar lo que está pasando.

Me ha gustado que la novela no reduzca la vida de la protagonista únicamente a la relación de pareja. Hay vínculos que sostienen, incluso cuando todo lo demás se tambalea.

Lo que menos / advertencias lectoras

Más que puntos débiles, creo que este libro requiere algunas advertencias claras:

– Contiene escenas y reflexiones sobre maltrato psicológico, control, manipulación emocional y trastornos de la conducta alimentaria. Si estás en un momento delicado con tu relación con el cuerpo o la comida, conviene leerlo con cuidado y sin prisas.
– Es una novela que asfixia por momentos. La inmersión en la mente de Marina está tan bien construida que hay capítulos que pesan mucho emocionalmente.
– No hay alivio humorístico ni distancia irónica: el tono es serio y sostenido. No es una lectura para evadirse.

Para quién es este libro

Recomendaría Comerás flores a lectoras y lectores que busquen novelas que exploren relaciones desiguales, gaslighting y maltrato psicológico desde dentro, sin caricaturas ni mensajes prefabricados.

Es un libro ideal para quienes disfrutan de narrativa contemporánea que reflexiona sobre el amor romántico, el cuerpo y la violencia machista con una mirada feminista, pero literaria. También lo veo muy adecuado para clubes de lectura, porque genera debate y conversación desde muchos ángulos.

No es, en cambio, una buena elección si ahora mismo necesitas lecturas ligeras o escapistas.

Mi conclusión

Para finalizar esta reseña de Comerás flores diré que me ha parecido una ópera prima muy sólida y muy valiente. No es un libro amable, pero sí profundamente necesario. Habla de realidades que siguen costando nombrar y lo hace desde el respeto absoluto a su protagonista.

Es una de esas lecturas que no se olvidan rápido, que se quedan mirando desde dentro y que te obligan a pensar no solo en la historia, sino en todo lo que la rodea: cómo entendemos el amor, cómo miramos los cuerpos, cómo identificamos —o no— la violencia cuando no grita.

La recomiendo con cuidado, con contexto y con ganas de conversar después. Porque es ahí, en la conversación, donde este libro termina de desplegar todo lo que propone.

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